lunes, 31 de marzo de 2014

Lo primero que pasa por tu mente cuando estás cayendo de un caballo a tus 10 años es “voy a quedar cuadripléjico por el resto de mi vida”.

El golpe de después, en el mejor de los casos, te deja sin aire y con raspones que continuarás descubriendo durante los siguientes cuatro días. Los destellos que nublan la mirada son seguidos por un zumbido en los oídos y la duda de cómo, si ya eres cuadripléjico, puedes aún sentir tal dolor en el culo.

No sé quién estaba más asustado y desconcertado, si Valeria, la yegua que montaba, o yo. Lo que sí recuerdo claramente es la voz de mi Abuelo: “Monta! Móntala de nuevo!” La desesperación era igual a la de quien sabe que llega ya una jauría de lobos dispuestos a despedazar lo que sea que encuentren. “Arregla las riendas y móntala!” Gritaba insistente.

Yo suponía, a primer instinto, que antes que cualquier otra cosa habría estado bien preguntar si no tenía yo un hueso roto, pero la persistencia de mi Abuelo era tal que en segundos yo estaba de pié, tomando las riendas de la Valeria, y montándola de un brinco; en mi imaginación sí sentía a esos lobos llegando, y me arranqué: “Aaarre!!”

A los pocos galopes mi Abuelo, el mejor jinete que he conocido, me alcanzó con risas incontenibles y entre ellas por fin preguntó si yo estaba bien; curiosamente todo dolor había desaparecido y no regresó hasta la hora del baño. Estaba bien, se lo dije y con una sonrisa en la cara, pero la misma firmeza con la que me había ordenado montar de nuevo me dijo: “lo primero que hay que hacer cuando uno se cae del caballo, es montarlo de nuevo; no importa lo duro de la caída… ni cual sea el caballo.”

Si te caes, te levantas. La gente no se cae por tonta, se cae para aprender; una persona experimentada es aquella que ha cometido un mayor número de errores, una persona exitosa es aquella que, sin importar lo grave de sus errores, los ha enfrentado, se ha levantado, y ha salido victorioso y con una lección de ellos.

Si no vuelves a montar, inmediatamente después de haberte caído, muy probablemente nunca lo harás de nuevo; tu mente se llenará de miedos, y esos miedos se harán más fuertes que tu voluntad.

Si no funcionó de una forma, o con alguien, nos levantamos, arreglamos las riendas, y volvemos a montar, inmediatamente!
Nos caemos para aprender, y nos seguiremos cayendo igual hasta haber aprendido, después nos caeremos de una forma diferente, para aprender a levantarnos de otra forma. Lo importante es regresar al caballo y nunca dejar de montar.

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